lunes, 23 de septiembre de 2013

Lagaña y Babaseca

"Lagaña y Babaseca" 

Es un cuento que narra la historia de dos niños huérfanos que alzan la mirada hacia el horizonte, emprendiendo una gran aventura, junto a su perro "Botella". Personalmente Lagaña y Babaseca me encantan, son dos niños y un camino por recorrer viviendo alegrías y tristezas, junto a su perrito Botella. Un perro cuando eres niño es un loco, cariñoso y asombroso amigo.
Ellos viven en una chocita en la playa que me hace recordar la película "La laguna azul", pero bueno encantate tú también con Lagaña y Babaseca.
Patricia Espino


La presentación del cuento se realizó el día 6 de setiembre de 2013 en la ex Municipalidad de Cajamarca, ubicada en el centro de la ciudad. 
El cuento de "Lagaña y Babaseca" está a tan solo s/ 5.00 y lo que la autora Mónica Buse recaude será destinado a MANTHOC  (Movimiento de Adolescentes y Niños Trabajadores Hijos de Obreros y Cristianos). "Lagaña y Babaseca" se encuentra a la venta en MANTHOC - CAJAMARCA, ubicado en el Jr. Silva Santisteban N°  936  


Saludo a los Lectores
Mi hija Carolina despertaba, cuando era pequeñita, con los ojos llenos de lagañas  y la boca rodeada de baba seca. Yo le contaba antes de dormir cuentos. Inventé dos personajes:
Lagaña y Babaseca, dos niños peruanos y costeños, pobres de solemnidad, que salen a recorrer el mundo. Cada noche le contaba una aventura o desventura de Lagaña y Babaseca. 
Ahora Carolina esta casada. Aún no tengo nietos pero ya vendrán. Ella me ha pedido escribir esos cuentos para sus hijos.

Al releer lo escrito caigo en la cuenta que lo que he escrito podría tener un cierto valor, más allá de entretener a mis nietos.

El trabajo de los niños es considerado una lacra por el llamado Primer Mundo que mira con lástima a los niños trabajadores del Tercer Mundo. Este trabajo es y será inevitable mientras no haya en el mundo cambios radicales. 
Para lograrlos se necesita mucho más que lástima y el goteo de las monedas sobrantes de los bolsillos pudientes.

Por el momento es importante que el niño que trabaja no esté expuesto a malograr su salud, su moral y su integridad emocional.

Lagaña y Babaseca son pobres, pasan hambre, trabajan, pero no pierden su honestidad, ni su humor, ni su salud. Entonces, dedico este cuento a mis nietos y a los niños trabajadores de Cajamarca, del Perú y de todo el mundo 
      Mónica Buse

Conociendo a Lagaña y Babaseca
 Lagaña parecía ser menor que Babaseca porque era más bajito y flaquito. Sus pelos negros estaban siempre parados como si tuviera un permanente susto. Babaseca también tenía el pelo negro pero era crespito y más grande. SE quería como hermanos pero no sabían si eran hermanos. Todo lo hacian juntos; pescaban recogían conchitas, atrapaban muy muyes revolviendo la arena mojada cuando los restos de una ola se retiraba debilona.
Tenían un perro. Lo llamaron Botella. Era chusquísimo. Un día apareció por ahí y nunca más se les despegó. Los seguía a todas partes, del rancho a la orilla y de la orilla al rancho y nadaba con ellos hasta la peña y comía choros.
Vivían en un rancho armado de palos, esteras y sacos rellenos de arena. Don Pablo y doña Clemen no sabemos si eran sus abuelos, sus tío o no eran nada de ellos. Sus padres no podían ser porque ya eran ancianitos. Lagaña y Babaseca los llamaban ño Pablo y ña Clemen y los querían mucho,       

    Mónica Buse
Julio 2013


"Lagaña y Babaseca"
en
"Picando Cebollas"

Después de tomar un caldo bien calientito, dijo la mujer: "Y ahora, Babaseca, vamos a sacar las cosas para hacer los chicharrones. Tú, Lagaña, vas picando la cebolla. La picas a la pluma" Y le entrego una tablita, un cuchillo con gran filo y unas cebollas grandes y moradas, Lagaña había ayudado a picar cebollas a ña Clemen así que tenía experiencia. La mujer le puso un fósforo entre los dientes con la cabecita para afuera. "Para que no llores", le dijo. Y, efectivamente, no lloró.

Cuando los chicharrones y la salsa de cebolla estuvieron listos , ayudaron a vender. Los vecinos venían con sus platos. Lagaña despachaba los chicharrones, Babaseca ponía la salsa y las papitas y doña Juana, que así se llamaba la mujer, cobraba.

Así pasaron algunos días. Botella fue perdiendo el miedo y se acercaba  a los niños moviéndoles el rabo. Pero los perros lo hacían correr. Estaba muy feliz porque no faltaban los restitos de comida para él. Doña Juana zurció los rotos de las chompas y les hacía asearse con un trapito mojado. "A  ver esas orejas", decía, y se las tironeaba para ver si estaban limpias.

Lagaña y Babaseca conversaron larga y seriamente sobre el destino de la olla y el cucharón de ña Clemen. Doña Juana se los merecía y se lo regalaron. La olla era muy buena, de fierro. No tenían otra cosa que darle a cambio de tanto cariño y se desprendieron de lo que era su única propiedad.          
 Mónica Buse

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