¿Les
ha pasado encontrarse de pronto intolerantes diciendo algo
desatinado o agresivo, perdiendo los papeles o desesperadas al imaginar cosas
horribles que podrían ocurrir? ¿Por qué se demoran, se habrán accidentado
viniendo para acá? Tengo tanta tristeza
que seguro me dará cáncer. No me eligieron para el puesto porque no les caigo
bien. ¡Hoy no me digas nada. Cállate!
Hay ocasiones en que de
pronto, sin aparente explicación, estamos como tomados por una energía intensa
que nos complica la existencia. Como inundados de emociones difíciles que samaquean
el timón de nuestra lógica. A algunas personas les ha ocurrido en una etapa
pasajera. A otras les sucede más a menudo.
¿Estará con la regla? ¿Tendrá
un problema serio en el trabajo y por eso está tan callado? ¿Será
que nos encanta el drama y nos mortificamos por gusto? ¿O nuestro instinto
acierta al anticipar el peligro? Habrá quien no esté de acuerdo, pero estoy
convencida de que cuando esto sucede no tiene que ver con misticismos ni
caprichos, sino con algo más profundo que nos cuesta identificar: la huella que
dejan ciertas experiencias traumáticas en nuestra vida.
Por
supuesto, habrá momentos en los que estemos irritables por algún pequeño
fastidio, cuestión cotidiana o alguna tensión hormonal. Pero me refiero a esos
otros momentos, donde un estado de irritabilidad y angustia no inunda y nos
desestabiliza. Quienes lo han atravesado reconocerán lo que describo.
Y tiene
que ver con algo fuerte que no marcó o incluso con alguna situación que vivimos
ahora y nos afecta por dentro.
Pensemos
en las películas donde el soldado regresa de la guerra y duerme con un ojo
abierto por si acaso. Luego de volver del campo de batalla, le resulta casi
imposible recuperar la tranquilidad. Aun de vuelta en la ciudad, si alguien frente
a él mete la mano al bolsillo, reaccionará creyendo que quieren atacarlo. Y si
le tocan el hombro por detrás, su primer impulso será defenderse.
Lo
mismo ocurre con experiencias difíciles sino las hemos procesado bien. Como
perder a un ser querido, pasar por crisis familiares, desilusiones amorosas,
maltratos o experiencias violentas. En esos casos es difícil –a veces imposible-
tener fe en que todo va a estar bien. Como si un ser habitara el sótano de
nuestra mente y viniera a inquietarnos y activara nuestro sistema defensivo.
Ese
ser puede escaparse del sótano de forma inesperada. Poe ejemplo como si un día
un ser que habitará el sótano de nuestra mente u viniera inquietarnos y activar
nuestro sistema defensivtodo sale mal (como cuando el carro nos deja botados y
no tenemos batería en el celular ni dinero
en el bolsillo). O si descubrimos que alguien nos ha mentido. O si surge un
problema en el trabajo y no hay tiempo para solucionarlo. Y cuando ese
personaje nos encuentra, nos convencerá de que a nosotros solo a nosotros) nos
cuesta todo tanto, y mucho más que a los demás. ¿Por qué a mí? Y concluiremos
con rabia y dolor que la vida es más fácil. A ese personaje le llamo “la loca
del sótano” y para ser sincera, más de una vez la he visto de cerca y puede ser
una pesada.
Sobre
todo cuando la realidad parece darle la razón.
Aunque no lo parezca a la
mayoría nos puede suceder que nos loqueemos en algún momento de la vida. La loca
del sótano a algunos los habita hace tiempo, para otros es nueva, en algunos
casos es más salvaje y en otros más mansa. Pero casi nadie se salva de tener
una.
¿Qué hacer con ella? Primero
identificarla y ver que detrás de esos pensamientos hay emociones difíciles que
atender. Segundo, considerar que tiene derecho a sentirse mal después de lo que
ha vivido. Tercero, entenderla y acogerla con cariño, porque es de la casa.
Cuarto, aprender a soportarla y saber que aunque perturba, pasará. Y por
último, recordar que nos habitan también otros personajes, como la lucidez, la
sensibilidad, el humor y la esperanza. Quizá si los aceptamos y convivimos con
todos, estaremos más cerca de adueñarnos de nuestra vida y de convivir más
tranquilamente con nosotros mismos.
Por
Natalia Parodi
Psicóloga, actriz y presentadora de TV
Revista VIU! del Comercio
Publicado
el 20 de 4 de 2014
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