martes, 22 de octubre de 2013

Cuaderno de Almanaquero

A su servicio
Camino de la cocina al dormitorio pensó rápidamente: esperarla con un ramo de rosas rojas.
-       Un aniversario más es importante –dijo en alta voz.
Ella llegó y Heliodoro le ofreció las rosas.
-       Son para ti, mi amor. Por nuestro quinto aniversario- le dijo.

Las miró. Olió. Y luego estrujo con sus manos enormes.
-       No necesito rosas- le dijo-. Quiero comer. Heliodoro se puso triste. Como buen jardinero de los parques del pueblo era lo único que tenía para ofrecerle.
-       Siéntate mi amor. En un momento te sirvo algo de comer.
Karela de sentó y leyó atenta el diario, mientras Heliodoro juntaba discretamente los pétalos de rosas para hacer el platillo que a ella tanto le gustaba: pastel de amor.
Le sirvió apresurado y ella, indiferente, lo terminó de dos mordiscos. Se limpió la boca con su manga sucia, se apartó de la mesa y se fue a dormir.

Heliodoro levantó la mesa, lavó la vajilla y sonrió buen rato: esta vez no solo había mezclado los pétalos marchitos con harina y huevos, sino con espinas firmes y filudas para un sueño infinito de su nunca satisfecha esposa. 

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